sábado, 28 de mayo de 2011

Odisea en Baviera de la mano de Tivorosky

¿Qué tal amiguetes? La semana pasada visité Múnich en el que ha sido, sin lugar a dudas, mi mejor viaje-erasmus. En él, por fin tuve la oportunidad de mirarle a los ojos al Karma, pues tiene nombre y apellidos: Ingrid alias 'Tivorosky' (luego profundizaremos). Además, pude disfrutar de una bellísima ciudad en un viaje marcado por los graciosos (a la par que ridículos) bailes de un equipo inigualable:


  • Carlos alias 'El líder': siempre al tanto de todo, sentenciando en cada frase, carismático y organizado, se ganó el apoyo de las masas (los otros cuatro) para convertirse en el Moisés de la expedición.
  • Tara alias 'El número 2': durante los 4 días pudo hacerle sombra al líder, un líder que con el paso del tiempo fue perdiendo facultades y humanizándose hasta tener que delegar en alguna ocasión en Javi, que cumplió oportunamente las expectativas.
  • Erick alias 'El observador': un hombre de pocas palabras pero decisivas. Siempre estudiaba minuciosamente el terreno y sabía los pasos a seguir para llegar al supermercado o parada de metro más cercanos.
  • Ingrid alias 'Tivorosky': un auténtico diamante en bruto... del infortunio. Un imán para los sucesos extraños para con sus compañeros. Pero muy buena chica.
  • Jimmy alias 'El negro gracioso': ese fue el rol que le tocó jugar a un servidor. El típico personaje que muere primero en las películas, pero siempre de la mano del sentido del humor.

Con este equipo nos lanzamos a la aventura de Múnich. Empezaría el jueves a las 5:19 de la mañana. Uso el condicional porque desafortunadamente no partimos a esa hora, Tivorosky se había quedado dormida. Así que nos fuimos a casa del líder a llenar nuestros estómagos antes del viaje con un buen plato de macarrones. Dos horas después, nos encontramos todos en el andén, y Tivorosky compró nuestro indulto con unos crepes de mermelada (muy ricos, por cierto), pero que acabarían manchando el abrigo del líder...

Nuestro trayecto de ida debía durar 12 horas, tomando 5 trenes, pero acabó durando 15, pues antes de llegar a uno de los transbordos, anunciaron por megafonía que el Karma había mandado a un inútil a tirarse a las vías y que debíamos parar y coger un autobús con destino a la próxima estación. Por supuesto, este retraso supuso la pérdida del siguiente tren. Así que pasamos una hora y pico en Göttingen antes de retomar el viaje. Al llegar a la siguiente parada, Carlos se dio cuenta de que, con las prisas, se había olvidado la bolsa de comida en el anterior tren, por lo que se fue con Tara a comprar al lado de la estación. Cuando de repente, la hora de salida del siguiente convoy se adelantó más de 10 minutos. Total, que tuvieron que correr para montarse. En los siguientes trenes, destacaron el brazo amoratado de Erick por culpa del 'Macarra' (archiconocido y doloroso juego de cartas) y mi secuestro exprés de un urinario porque nos habíamos equivocado de tren... Llegaríamos a la capital de Baviera sobre las 22.30, y allí nos esperaba una tormenta eléctrica y Yanira, que consiguió con un par de llamadas descifrarnos la localización de nuestro hostal (no lo habíamos apuntado) y nos llevó de cerveceo a un pub irlandés-australiano.

De vuelta al hostal, nos esperaría 'Kasimir' (apodo asignado por el líder), un joven de tez pálida con cabellos dorados que dormía como un bebé... desnudo, quiero decir. Así que en la más absoluta oscuridad intentamos hacer nuestras camas, y descubrimos que la maleta de Carlos estaba maldita, pues siempre aparecía en el lugar menos indicado para que te destrozaras un meñique contra ella. Esa maldición nos perseguiría siempre...

A la mañana siguiente, cuando me tocó mi turno para ir al baño, topé con una situación a la que nadie desearía enfrentarse: ver tu toalla en el suelo cumpliendo la función de alfombrilla para todos los presentes. ¿Quién fue el causante? Sí... Tivorosky, quien muy amablemente compraría mi perdón de nuevo alquilándome una toalla. Esa mañana nos dirigimos al centro para realizar el free-tour con una de las guías más sosas de la historia. Comimos como señores en el Hofbräuhaus y por la tarde tuvimos tiempo de visitar el Allianz Arena y marcarnos un buen planking a las puertas del estadio. Ese mismo día, se sucedieron algunos fenómenos extraños: un yonki colgado se dirigió a mi persona con las siguientes palabras "sdavh axlkvnkg jhvshjv" y con cara de querer sacarme los intestinos por la boca; un empleado de la limpieza del Burguer le preguntaría a Ingrid repetidas veces "Haben Sie warm?" (¿Tiene calor?), en un intento un tanto patético de ligar que asustó a nuestra pobre Tivorosky; una alemana loca le diría en perfecto castellano a Javi "Hasta mañana! ¡Dame duro!"; y por último, una señora de avanzada edad fallecería en un sofá del Burguer en nuestra presencia por muerte natural (que no, morbosos... simplemente casi se parte el cuello al quedarse dormida).

El tercer día fuimos a Füssen a ver el Castillo de Neuschwanstein. Subir hasta el maldito castillo supondría dejarse media vida en el intento. Desde aquí le doy las gracias a Luis II de Baviera (que en paz descanse), que fue al que se le metió en los cojones ponerlo tan alto. No me imagino cuando sus siervos tuvieran que ir a por el pan... Pero bueno, disfrutamos de unas vistas increíbles y más tarde bajamos al lago para dar de comer a los patos y a un cisne muy estirado que se ganó nuestra enemistad. Como curiosidad, un apunte: fui a orinar a unos baños 'públicos' (previo pago de 30 céntimos) y coincidí con un grupo de ancianas españolas que, presas de sus deterioradas vejigas y del pánico, saltaban las vallas como canguros, eludiendo de esta manera el pago de los 30 céntimos... Y otra víctima, pero no de la vejiga, sino de una mala dieta, el líder, deseaba llegar a la habitación lo antes posible, pero ahí actuó Tivorosky, que decidió, sin querer, salir por otra boca del metro que nos dejó a años luz del hostal...

Por la noche cenaríamos en un chino y pasaríamos un rato en un Biergarten hablando sobre conspiraciones. De toda la conversación, me quedo con la siguiente frase, y os pongo primero en contexto: estábamos debatiendo sobre la posible sociedad secreta que señala Kennedy en su último discurso y de repente...

Tara.- Nunca sabremos quién está detrás de todo. A lo mejor soy yo el líder del mundo y me lo estoy callando como una puta...
Carlos.- Joder, pues invítate a unas cervezas.

Pues con estos personajes pasaría una de las mejores aventuras que he vivido. Gracias a Dios, o a Tivorosky que ya estaba cansada, el viaje de vuelta 'solo' duró 12 horas, que con grandes dosis de risas, fotos, bailes y cartas, se pasaron volando. Para más información o el contraste de informaciones, visitad el blog de mi querido Carlos 'el Líder'. Y a continuación, antes de despedirme, os dejo con el vídeo oficial de nuestro increíble periplo a Baviera, disfrutadlo:


¡Un bratso!
   

jueves, 19 de mayo de 2011

En Londres viendo desmayos, patios, famosos... y peleando con el karma

Hola amiguetes. Últimamente paso menos por aquí porque tengo muchos asuntos de Estado entre manos... (botellines). Pero he vuelto antes de marcharme unos días a Munich, donde tengo que resolver otros asuntos de Estado como los que os he hablado... La semana pasada he pasado unos días en Londres con mi distinguida esposa, y vengo a contaros nuestras aventuras y mis desamores con el Karma.

El Karma comenzó sus jugarretas el miércoles, cuando tenía una entrevista pactada con la estrella del Werder Bremen, Claudio Pizarro. Se lesionó esa mañana, y la entrevista tuvo que posponerse, por lo que no pude hacerla ya que volaba a Londres...

Ya en islas británicas me esperaba Sandra. Llegué más de media hora tarde y el bus al centro de la ciudad también salió con retraso. Así que llegamos a Liverpool Street pasada la medianoche. Las dos primeras personas a las que se me ocurrió preguntar eran... cómo decirlo... como dos vampiros modernos gays. No nos dieron soluciones, y tras caer en la cuenta de que no había metro abierto y no teníamos ni idea de qué bus coger... pillamos un taxi (primera novatada). Cuando llegamos al hotel, 32 libras después, llamo al timbre y nadie contesta. Lo hago 2 veces más y, cuando parecía que deberíamos dormir en la calle, la puerta se abrió porque el primo inglés de Bin Laden se despertó debido a los timbrazos. Ahí estaba el colega, con su turbante, su espesa barba y los ojos colorados. Vaya miedo.... Pero con valor, subimos hasta la habitación 33.

El jueves lo dimos todo de turisteo por Camden Town, donde sorprendentemente no nos ofrecieron drogas... Por la tarde, en Tower Hill, se nos cruzó un bus con publicidad de una obra de teatro del famosísimo Matthew Fox, a la cual me invitó mi señora a asistir... (es el de la foto, aunque bien podría ser el primo de cualquiera de vosotros). Cenando en un Kebap antes de la función, pasó algo muy desagradable. Había dos hindúes comiendo a nuestro lado. Uno se levantó y fue a pagar... cuando empieza a oler a muerto. Sí, ese hombre nos había regalado uno de sus mejores pedos como aperitivo. El hijo puta se descojonaba con la mirada de aprobación de su colega, mientras nosotros esperábamos nuestra comida con caras de poker.

Una vez dentro del teatro, apareció Neve Campbell para sentarse a ver el espectáculo 3 filas delante de nosotros. Flipando. Y ya durante la obra de teatro, ocurrió algo bastante extraño. Un señor se levantó y se dirigía hacia la puerta cuando sonó un atronador 'PUMMMM'. Lo primero que pensé fue: "Creo que Zidane está llamando a la puerta", pero no, el hombre se había caído de cabeza, y rápidamente reaccionaron unas cuantas personas del público para socorrerle. Eso sí, Matthew continuó como un 'pofffesioná'. Tras 2 horas de teatro en el que me enteré del 20%... acabé protagonizando una escena bastante gruppie a la salida. Obligué a Sandra a esperar media hora hasta que se fueran todos y acabé preguntando a un segurata por dónde saldría Matthew. Amablemente me mandó a tomar por culo.

La segunda noche nos costó dormir un huevo, pues teníamos un vecino tras las paredes de papel que no paraba de roncar como si no hubiera mañana. Hay Karma, Karma... El viernes nos esperaba Oxford y el patio de las pelis de Harry Potter. ¿El patio? No. Los mil patios de las ochocientas facultades de la ciudad. En cada uno nos cobraban una libra para pasar, y tras ver que no era ninguno de ellos, preguntamos en información y nos mandaron al único rincón que no habíamos visitado de Oxford. Bien por nosotros. Una vez allí... no entramos. (Por cierto, creo que la foto necesita aclaración: bebo té con mi monóculo, ¿vale?) ¡Ah! Para no perder la costumbre de los fenómenos extraños, según íbamos andando de vuelta a la estación, una señora se desmayó y empezaron a darla convulsiones. Menos mal que todo inglés debe tener un curso de primeros auxilios y rápidamente la atendieron. Creo que llevamos el gafe a Oxford también. Una ciudad muy bonita cuya población está llena de hombres feos y mujeres 'hermosas'. Vamos, Mordor. He dicho.

El sábado nos tocaba el día del palizón turístico. Empezamos por el Parlamento, desde donde nos dirigimos a Buckinham Palace para hacerme una foto mirando el culo de un león. A las 3 habíamos quedado con mi colega Jose Carlos, que nos invitó a unos cafés al lado de su curro. Tras compartir una hora con este pedazo de gentleman, quedamos para la noche, y desde las 4 hasta las 8 nos dimos un buen paseo desde el Big Ben hasta el Puente de Londres. De camino, coincidimos con una pareja norteamericana que nos subió a los dos la moral, pues les entendíamos a la perfección. Se portaron genial con nosotros, y tras descartar la hipótesis de que querían comernos, nos contamos mutuamente nuestras vidas. Por la noche estuvimos de nuevo con Jose Carlos en su casa, y a la vuelta al hotel, pasé uno de los peores ratos de mi vida. De repente, tras un litrillo y algo de cerveza, mi vejiga quería estallar. Así que salimos escopetados en la parada King's Cross destino los baños. Iba con la cartera en la mano porque normalmente tienes que pagar para entrar, pero cuando vi que eran gratis, grité con tono afeminado y de satisfacción: "¡Son graaatiiis!". No puedo recordar mucho más a partir de ese momento orgásmico.

Y hasta aquí dio de sí nuestro encuentro internacional en Gran Bretaña. El domingo volvíamos a nuestros respectivos países. Con la tontería y la pachorra, yo llegué a mi vuelo con la gente embarcando ya... pero llegué. Por supuesto, al llegar a Bremen, según aterrizó el avión, comenzó a llover como si fuera el final del mundo. Alguien avisó de mi llegada...

Ahora mismo son las 12 y media de la noche. En 4 horas me despertaré porque a las 5:19 de la mañana empieza mi viaje a Múnich. Una aventura de 11 horas y 4 o 5 trenes de ida, e idem para la vuelta el próximo domingo. Estamos loquísimos. Os contaré a la vuelta.

¡Un bratso!