miércoles, 2 de marzo de 2011

Carnavales venecianos, el camping de la muerte y más despedidas...

¡Muy buenas amigos! Hoy paso de disculparme por haber tardado un tiempo en volver a escribir... ¡nadie me paga, explotadores! Bueno, y después de este inusual y absurdo comienzo de la entrada que habrá provocado que más de uno cierre la web, allá vamos con la ración de cosas raras y estúpidas que le pasan a Jaime cada semana. Pero... no sin antes recordar a aquellos que se fueron a casa tras pasar 5 inolvidables meses con todos los Erasmus en Bremen. ¡Se os echará mucho de menos!

Para empezar, he tenido que dar sepultura a mis cascos antiguos. Sí, amigos, han muerto. Bueno, realmente solo murió una parte, la que alimentaba de música mi oído derecho. Y como pagan justos por pecadores, he tenido que mandarlos al completo a la basura y pasar página... ¡con unos Panasonic blancos adquiridos en el Saturn y que da gloria usarlos! Aunque también he mandado al carajo mi dieta sana (¿qué dieta sana?) porque he encontrado unos bollos parecidos a los Phoskitos y que puedo comerme a pares, además de mis ahora frecuentes visitas al BackFactory (cuna de la bollería realmente sabrosa y barata). Foto reciente de mi estado físico.

Ahora varios apuntes rápidos antes de entrar de lleno en mi viaje a Venecia. Primero, he descubierto que Bremen está infestado de Renaults Twingo negros. Y segundo, el jueves pasado hice una cena-despedida en casa que acabó con mi cocina de la manera que podéis ver en las fotos. Tras meditar durante media hora si prenderle fuego a la cocina o no, a la una de la madrugada fregué todo el desastre con una camiseta nueva que me compré y que reza "Call my agent". Resultado, una situación totalmente sarcástica.

Y nos cogemos un avión para plantarnos en la cuna de los carnavales. Tras tres días en Venecia, he de recomendaros... ¡que no os acerquéis al Camping Rialto! Ahora os contaré el porqué. El primer día, llegué con Alina y dejamos las maletas en la tienda de campaña que nos dieron, para más tarde volver al centro de Venecia, donde habíamos quedado con mi novia y sus erasmus-amigos. Con ellos pasamos todo el día montando en góndola, comiendo y conociendo la ciudad. Por la noche nos aguardaría la primera de las sorpresas. Yendo hacia el camping, un comentario mío: "¿Te imaginas que ahora hay gente en nuestra tienda?". Pues mi predicción no cayó en saco roto, pues cuando abrimos la 'puerta' vemos algo en mi cama... encendemos la linterna de su movil y me acerco lentamente al bulto... no había nadie, ¡pero estaban el saco de dormir y las maletas de otra persona! En ese momento buscamos al responsable, que andaba dando vueltas por ahí, y nos ofreció otra tienda, a la cual nos acercamos, abrimos... ¡e interrumpimos el sueño de otras dos personas que estaban allí durmiendo!

¿Pero esto qué es? Un cachondeo. Pero no terminó ahí, sino que el 'conserje' fue abriendo tienda tras tienda mientras pedía perdón, ya que todas estaban ocupadas, hasta que llegó a una vacía y por fin pudimos instalarnos. Aunque el frío horrible que hizo, junto a la mierda de mantas que nos dejaron, hicieron imposible que se pudiera conciliar siquiera 15 minutos de sueño aquella noche. A las 7 de la mañana, con ojeras hasta los pies y congelados como barritas Pescanova, decidimos partir hacia Venecia y hospedarnos en algún Burguer King o McDonalds hasta que vinieran Sandra y sus amigos. Y así fue. Quedamos con ellos en la Plaza de San Marco para ver el descenso de la reina del carnaval anterior desde el campanario veneciano. Todo un fiasco, no digo más. Por cierto, gracias a aquella noche de camping tengo la garganta como Joaquín Sabina...

Esa noche nos esperaba otro hostal veneciano. Y al abrir la puerta... ¡otra persona metida en la habitación! Pero esta vez era normal, se trataba de un albergue... Así que, fuimos a las escaleras del albergue a hacer los sándwiches para pasar el día siguiente en Verona y acto seguido caímos muertos de sueño. A la mañana siguiente, conocimos a nuestro compi de habitación. Era un belga muy simpático que hablaba perfecto castellano y que nos explicó su mala experiencia con el dueño del hostal (del cual nunca supimos el nombre), quien le gritó 'va fan culo' cuando le preguntó qué habitación le había asignado... La verdad es que el dueño era un tipo con pinta de loco parecido a Gepeto, con el pelo blanco y ondulado por detrás como si se pusiera rulos cada noche... aunque bastante con que no nos acuchillara por la noche mientras dormíamos.

Al día siguiente fuimos a Verona, y os lo recomiendo totalmente, es una ciudad preciosa. Creo que ofrece más que Venecia, la verdad. Allí comimos unos helados riquísimos, pero sin derecho a sentarnos en las mesas de la cafetería a descansar... malditos. Y el último día subimos al campanario de Venecia, donde hacía un viento de 250 km/h aproximadamente y a una temperatura de -25º más o menos. Fueron 10 minutos de vistas excepcionales pero angustiosos del frío que hacía... 8 eurazos que cuesta subir, amigos.

Últimos apuntes del viaje a Venecia: he sido perseguido por pakistaníes que parecía que querían atracarme y no venderme una maldita camiseta, y un hombre vestido de gorila me pegó un susto de muerte en una de las calles más transitadas de la ciudad provocando la risa de todos los presentes. Gracias maldito simio por dejarme tan mal.

Y como no puedo terminar una entrada del blog sin hablar de Minka, he de contaros tres historietas donde la susodicha es la protagonista. En la primera, me encontraba en el baño acicalándome. Entonces, al salir del baño... no lo cuento, mejor os adjunto una foto debajo para que veáis cómo me esperaba afuera: con otro trozo (más) de papel destrozado sobre la alfombra y mirándome fijamente como queriendo decir "toma, límpiate con esto mamonazo". En la segunda... simplemente se cargó una maceta. ¿Moraleja? Mirar hacia otro lado cuando pase algo así o te tocará recoger el destrozo como un capullo.

La última trastada tiene que ver con un intento de fuga. Vino Jorge a coger unos altavoces a mi casa por la noche cuando Minka vio la oportunidad perfecta para escaparse del hogar donde tanta paciencia la tenemos. En ese momento tuve que salir de casa con el pijama (manga corta, en Bremen, de noche) y las zapatillas de andar por casa y perseguirla con Jorge coche tras coche durante 15 largos minutos, hasta que le dio por subirse al arbolito del vecino y, tras colarme en su barrizal, pude enganchar al maldito felino y devolverle a la casa. Lo más gracioso estaba por venir. Más tarde llegó Marco y le dije: "Marco, hoy se me ha escapado Minka y he estado un buen rato fuera hasta cogerla", respuesta de Marco: "ya, a mí se me acaba de escapar, pero si esperas 5 minutos y abres la puerta de arriba vuelve sola". BIEN, JAIME, BIEN.

Y hasta aquí los hechos realmente estúpidos y totalmente verídicos de la semana de un erasmus en Bremen...

¡Un bratso!
  

4 comentarios:

  1. jajajajaja lo del camping creo q es lo mejor de todo el viaje... y lo del hombre vestido de simio no lo sabía... muy interesante pero no adjuntas foto! jajajajajaja

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  2. menos mal que te veo de vez en cuando... se ve que lo pasas bien.... lo que menos me ha gustado es la foto de la cocina... podias haber sacado la de después...besossssss. mma

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  3. vaaaaaaaaya historiaa! chocoaventura mas bieen! pero a pesar de todo lo q nos pasoo me la pase bien!, carnaval de mascaras de vencia CHECK! ;)

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  4. Retiro mi comentario del post anterior... no estás nada famélico...
    He de llamar a Sálvame para decirles que Falete está en Bremen de Erasmus. XD

    Pronto recibirás mi visita... (Obviamente la mejor)

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