lunes, 6 de diciembre de 2010

Minka me ha adelantado mi regalo de Navidad

Hola, amigos. Hoy vamos a aprender cómo escurrir el bulto de la manera más sutil posible. ¿Y por qué estoy en plan madre dándoos consejos? Pues porque quizás algún día os pase a vosotros, Dios quiera que no...

Pero antes de nada, quiero dedicarle esta entrada a Pipita Higuaín, porque es mi ídolo y porque lo está pasando mal en estos momentos. Recupérate pronto Pipa, ¡sé que eres un fan incondicional del blog!

Pues bien, el viernes pasado me levanté por la mañana sobre las 11 o así después de una noche de fiesta. Lo primero que hice fue echarle mano a una lata de cacahuetes abierta que tenía al lado de la cama, para dejarme la boca aún más seca de lo que la tenía. Soy un temerario, estoy muy loco... Después de meterme en las diferentes páginas de internet como cada mañana y de hacer un par de fichajes en el Comunio, me dirigí hacia el baño a echar la primera meada de la mañana (¡qué explícito!). Tras ese momento de descanso no me iba ni a imaginar lo que me esperaba en la cocina cuando mi único objetivo era el de beber un poco de zumo...

Me dirigí lentamente a la cocina con mis zapatillas de andar por casa del Milán. La puerta estaba cerrada, ¿por qué? "Jaime, quizás alguien ha dejado la lavadora puesta, no quería que oyeras el ruido y por eso ha cerrado la cocina..." Perfecto, ningún problema hasta que abrí la puerta. En mi primera bocanada de aire sentí cómo un sutil olor a mierda se colaba hasta lo más profundo de mis pulmones. "Mmmmmm, aquí hay algo raro, no creo que huela a mierda solo por esa montaña de platos de 3 metros que aguarda en el fregadero..." Lo dejé pasar durante medio minuto, lo justo para beber unos sorbos de mi estupendo zumo de naranja de Granini y percatarme de que el gato estaba sentado en una de las sillas de la cocina.

"Aquí ha pasado algo de lo que yo no me he enterado..." Entonces decidí seguir el rastro del olor a mierda hasta una de las esquinas de la cocina. Efectivamente había ¡una montaña de mierda! recién salida de los intestinos de Minka (adjunto foto disimulada de la situación al más puro estilo de '¿Dónde está Wally?'). La muy jodida aún no ha aprendido a abrir puertas (tarea en la que me pondré en las próximas semanas) y su esfínter no pudo aguantar el apretón. Pero ahí estaba la gata, con los ojitos del gato con botas de Schrek y sin decir ni 'miau' (pésima gracia ¬¬').

En ese momento me percaté de que estaba solo en casa. No quise que cundiera el pánico, así que me tomé un par de paracetamoles y decidí hacer como si no hubiera visto nada hasta que apareciera alguien por allí y me ayudara a retirar aquel monumento. Tras mantener una interesante charla con Morquecho sobre cómo limpiar mierdas de animales, me vestí con los atuendos necesarios para no pasarlo demasiado mal (adjunto imagen de mi vergonzoso vestuario para la ocasión). Entonces cuando ya me había decidido a retirar los despojos de Minka de la cocina tras 20 minutos meditando mirando fijamente aquella porción de mus de chocolate... ¡apareció el casero!

Así que ahí comenzó mi actuación: "Mira lo que ha hecho la gata hoy, lleva al diablo dentro...", "Oh, tranquilo, ahora lo retiro yo", "No, hombre, no... si a mí no me cuesta nada...", "Qué va, tranquilo, lo quito yo en un momento...", "VALE". Así que mi casero cogió papel de cocina y mandó al infierno aquella mierda. Y yo tan contento, volví a la cama para recuperarme del susto...

Y hasta aquí mi segunda peor experiencia de la semana, superada en gran medida por el seguimiento del Clásico en la residencia Galileo. Fue algo que jamás debí haber hecho... 80% de culés contra 20% madridistas... y alguno del Betis entre el público ('Viva er Beti manque pierda'). No lloré por vergüenza, aunque por vergüenza debería haber llorado (te lo dedico Tara)... Absolutamente lamentable.

Para finalizar, os contaré un par de situaciones o tres que han ocurrido esta semana: ha nevado (¡por fin!) pero ya empieza a derretirse la nieve...; me he dejado literalmente los pies en mis partidos de fútbol con alemanes, y jugamos en un campo sin fueras (con paredes) y son tremendamente competitivos (vamos, que dan unos palos que da gusto, y un Guti como yo no está acostumbrado...), por lo que cualquier día moriré con las botas puestas; más, el otro día tuve una pesadilla en la que diferentes amigos iban muriendo y yo de repente sentí como que me hundían en una bañera y no podía hacer nada (creo que grité por la noche). No os contaré quién salió en la pesadilla para no asustaros, pero Sevilla, tú eras uno de ellos tío, lo siento... Y por último otra pesadilla: mi casero me dijo el otro día que por las noches duerme sin calefacción y con la ventana abierta... ¡Ah, no! Que ésto no fue una pesadilla, fue verdad... Escalofriante.

Y hasta aquí mi degenerada entrada de hoy, amigos. Espero que la disfrutéis, y ya de paso quiero despedirme por si acaso no vuelvo vivo de Estocolmo (me voy del 9 al 12). Quizás me despida este miércoles...

¡Un bratso!
  

5 comentarios:

  1. jajaja eres un pequeño corderillo q necesita protección.abrigate loco!

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  2. después de prepararte como lo hiciste podías haber recogido el mus de chocolate q te había dejado minka hijo!!
    cuidate estos últimos días q veo q no llegas vivo a maaaadrid!

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  3. espero que aprendas los pros y los contras de vivir con animalitos...siempre queriais un perro.. hay que cuidarlos como a los niños. Abrigate y mucho cuidado. besitos. mma

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  4. soy pfand de este blog tio!

    emilio

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